Paredes del hospital Borda sobre la calle Brandsen, Buenos Aires.
El
espejo
Tenía
un cuerpo espantoso. Cada mañana cuando pasaba por la vidriería de al lado
entrecerraba los ojos para no verse multiplicada en los espejos que estaban en
exposición. Pero hubo una tarde de lluvia que no podrá olvidar jamás. Apenas
salió de su casa se desató un temporal que la obligó a pararse un rato largo
frente al espejo del negocio vecino. Se puso de espaldas, miraba de reojo para
evitarse y sentía agitado el ritmo de su corazón. Cuando de pronto
se mezcló con su propio cuerpo la silueta del hombre que le tiraba un beso. La
mano sobre los labios, el gesto con la boca y ese sonido de la conquista que no
se puede pasar por alto. Ella se dio vuelta, pero él también. La remera roja y
apasionada del hombre se abultaba sobre la joroba de su espalda. Nunca lo pudo
mirar a los ojos.
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