Mandarinas
Hay un
perfume que la vuelve niña: el de la mandarina. Lo que sabe es que lo soñó. Que
tenía un vestidito blanco con volados y que el aire se le colaba desde los
zoquetes hasta la punta de la nariz. Y que la sombra de los árboles, cuando se sentaba
en el umbral y escupía las semillas, le daba miedo. Era entonces cuando cerraba
los ojos y se refugiaba en aquel perfume, el de la mandarina, que todavía hoy
la acompaña. No sabe muy bien si cuando sueña o cuando tiene miedo.
¡Qué lindo, Susana!. Me gustó también la ilustración. Saludos
ResponderEliminarGracias Marcela!
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