Los cincuenta pasos que separan una esquina
de la otra de la cortada donde está la feria contrapuntean con los cien latidos
de su corazón cuando va pensando en ella. Cada domingo la recuerda mientras
atraviesa los puestos de artesanías. Le compraría la babucha violeta, la
cartera roja, los aros de caña, la camisola blanca, todo le compraría. Y si
algún lector pudiese creer que el amor no se compra, probablemente tenga razón.
La ilusión de disfrutar de su amor tiene forma de regalo, hoy y todos los
domingos del mundo. Por eso cuando llueve la extraña tanto.
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