La vida va, en la ciudad, como iba aquella mañana la mujer del paraguas.
El sol pleno y el calor insoportable. Las calles estaban repletas de sudor y
musculosas; de anteojos negros y ojotas; de bermudas y botellitas de agua. Pero
la vida no sale a la calle sin prender la tele. Y sin recitar de memoria la
sensación térmica que no es la temperatura. Entonces, sin más, se calzó el
trajecito sastre que tan bien le combinaba con el color verde del paraguas. Y
así es como la vida va, en la ciudad, a contramano de cualquier sensación
propia caminando a punta de paraguas y taco aguja, rasgando las veredas. Y la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario